19 noviembre 2007

Mingitorios

por Jorge B. Mosqueira

Hay un imponente edificio en Hong Kong, perteneciente a la cadena de hoteles Península, que cuenta en el último piso con un excepcional baño para caballeros. Su peculiaridad consiste en que los mingitorios se hallan contra una pared de vidrio desde donde se puede contemplar gran parte de la populosa ciudad. Se dice que el creador del original diseño quiso complacer a los importantes hombres de negocios que se alojan en el hotel, concretando la idea de que es posible desahogar la vejiga sobre una buena porción de la humanidad. El arquitecto interpretó de este modo la frecuente expresión utilizada en el ámbito empresario sobre “llegar a la cima”.

Es probable que se trate de una exageración, de una traducción demasiado literal de las ambiciones permanentemente alentadas por los medios especializados y los fanáticos de la competitividad. No deja de preocupar, sin embargo, que la metáfora arquitectónica tenga cierto grado de verdad. Se verifica cuando alguien ocupa un puesto donde debe ejercer alguna influencia sobre sus congéneres y se engaña creyendo que el escalón lo obliga a irse desprendiendo del sentido común. Este es un defecto humano recurrente. Los reyes de la antigüedad, por ejemplo, una vez llegados a la cima, buscaban justificar su origen divino para eludir las obligaciones de la convivencia terrenal. Cualquier supervisor de cualquier nivel puede tender también a creer que se va alejando de los duros parámetros del bien y del mal y que su arbitrio y el ejercicio del poder han iniciado la senda al infinito. Empiezan a aparecer los rasgos de soberbia, cierta afectación, orgullos injustificados y así, poco a poco, se va quedando solo. A veces, llega a trasladar la posición jerárquica a su vida personal, como el caso de aquel gerente recién ascendido que protagonizó una situación conflictiva con su mujer. Embriagado por los cursos de management, resolvió zanjar la cuestión invitándola a su escritorio e iniciando la conversación de una manera clara y terminante: “Te voy hablar como gerente”, aclaró sin pudor, ante el asombro de su esposa.

El crecimiento cualitativo de la exigua masa laboral impone otros vínculos, necesariamente más horizontales, ya que la dependencia de los jefes respecto de los saberes y habilidades de los subordinados, va creciendo. La vocación de humildad, en las empresas, dejó de ser una necesidad impulsada por votos religiosos para pasar a ser visible en los resultados. Claro que no es fácil aprender a ser humilde en este mundo ofuscado por el exitismo pero, en principio, si usted, señor, se encuentra en el hotel Península de Hong Kong y siente deseos de ir al baño, piense bien en lo que verdaderamente va a hacer.

Del libro “La Empresa más allá de las recetas” Editorial Ediciones de Mente. Artículos publicados por Jorge B. Mosqueira en el diario La Nación durante los años 1997, 1998, 1999 y 2000.

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